Cuando una persona se plantea ir al psicólogo, le surgen dudas con respecto a este hecho en cuestión,… “no sé si quiero, no quiero contar a otra persona mis problemas e intimidades, se lo dirá después a alguien, etc”. Todas estas dudas y otras más surgen en el momento de plantearse acudir a un psicólogo. En muchas ocasiones se trata de algo nuevo y desconocido y que puede generar inseguridad. ¿Me sentiré cómodo en una terapia psicológica?

Hay que tener presente que un psicólogo tiene la formación y habilidades adecuadas para comprender y analizar al ser humano y su relación consigo mismo y el mundo; para ayudarle de la mejor manera posible ante los posibles problemas psicológicos que pueda presentar y que surgen de manera natural a lo largo de la vida.

Lo cierto es que acudir al psicólogo nada tiene que ver con estar loco, como estamos viendo. Esta es una idea antigua y ficticia que aún persiste en nuestra cultura. Sin embargo, la mayoría de las personas acuden al psicólogo por problemas cotidianos que se complican más de la cuenta, por facilitar una toma de decisión importante, gestionar mejor emociones y sentimientos, mejorar su manera de relacionarse con los demás y/o su pareja, familia, etc.

Habrá personas que vayan a necesitar más tiempo que otras a la hora de decidir si acudir o no al psicólogo. No significa necesariamente que entonces ya no vayan a optar por esta opción en el futuro, sino que cada persona tiene un proceso propio y maneja unos tiempos diferentes a la hora de analizar y tomar decisiones. Presionar en este sentido puede no ser la mejor opción ya que puede agobiar y provocar el rechazo automático de esta vía. Lo mejor es que la persona, que la mayoría de las veces ya cuenta con otros apoyos y mucha información acerca de lo que le sucede, decida por sí misma cuándo está dispuesta a recibir esta ayuda.

Es frecuente experimentar en el día a día cierto estado de ansiedad, frustración, tristeza o desesperanza. No es raro sentir que el trabajo, la familia, la pareja, el ritmo de vida y el cumplimento de nuestras propias metas y deseos se van transformando en problemas de difícil solución que nos mantienen en la cuerda floja.

En ocasiones, puede ocurrir que nuestros intentos de reducir ese malestar o solucionar los problemas que nos rodean se vuelvan en nuestra contra, por no emplear las estrategias adecuadas.

Cuando las emociones, pensamientos y acciones nos colocan en una espiral sin salida, a veces es difícil mirar más allá, psicológica puede ser el primer paso que inicie un nuevo camino.

Imagen relacionada

Hay una serie de síntomas o situaciones que deben inducir a quienes los sufren a buscar el apoyo de un psicólogo:

> Se tienen problemas para conciliar el sueño y descansar, generalmente porque no se puede desconectar de los problemas que uno tiene.

> Se siente agresivo, irritable, con cambios de humor que no se pueden controlar y que pueden llevar a generar situaciones límite.

> Se ha perdido el control sobre los acontecimientos diarios.

> No se controlan las emociones, se llora con facilidad y afloran, sin poder evitarlo, la rabia, la tristeza, la angustia, la impotencia, etc.

> Surgen problemas físicos como consecuencia de la somatización de los problemas: dolores en diferentes partes del cuerpo, presión en el pecho, aumento de la frecuencia cardiaca, hiperventilación o respiración muy superficial y acelerada, sudoración, etc.

> Se siente incapacidad para resolver situaciones graves que puedan producirse en el ámbito familiar, laboral o social.

> Se siente que no se es capaz de analizar las cosas con objetividad y actuar con inteligencia.

> Se tienen pensamientos negativos, catastrofistas u obsesivos o fijaciones que condicionan la vida cotidiana.

> Deseo de morir o sensación de que su vida ya no tiene sentido.

> Piensa que todo el mundo está en su contra.

> Ha fallecido un familiar o una persona muy cercana y no es capaz de asumir su ausencia, condicionando su vida diaria.

> Vive en soledad, sin orden, comiendo cualquier cosa y en cualquier momento y no hace nada por relacionarse con otras personas.

> Abuso de sustancias.

> Ideas y pensamientos negativos.

  • Tiene dificultades físicas o geográficas para acudir a la consulta del profesional o su problema se lo impide (p.ej., agorafobia o fobia social severas).

  • Es capaz de comunicarse eficazmente a través de los medios técnicos citados.

  • Posee los recursos para manejar sus problemas con el apoyo no presencial.

  • Quiere seguir la terapia con el mismo terapeuta, pero debe ausentarse por traslado u otras causas.

  • Desea un anonimato mayor o total.

  • Presenta un trastorno no muy grave.

  • Desea simplemente hacer una consulta o solicitar la opinión profesional del psicólogo.